Como todos los años por estas fecha hablamos de los resultados del festival de música más friki del mundo mundial. Eurovisión para mi son como las Olimpiadas del mal gusto y chabacanería de la música europea y que no se puede perder. Ver para creer. Para entenderlo no había más que mirar en el hashtag #trospidvision en Twitter. El hashtag en cuestión llegó a ser TT mundial. Y es una demostración más de que cuando alguien te dice que no ve Eurovisión es que no te dice la verdad. Nadie lo ve y todo el mundo lo comenta.
La ganadora de este año era más que previsible. Una rubia buenorra de Dinamarca acompañada por otros dos rubios y buenorros con tambores. Ni la cantante era la más buenorra (creo que Bielorusia deberá experimentar en los próximos meses el aumento del flujo de los turistas masculinos europeos) ni la canción era la más pegadiza (plagiada, eso sí). Pero los jurados de los países lo han decidido así. La ganadora es Emelie de Forest con su «Only Teardrops», la que no volveremos a oír más hasta la gala de Eurovisión del año que viene.
De todo el alboroto de los cantantes de diferentes rincones de Europa los que más se quedaron en mi memoria son los griegos Koza Mostra y el cantante Agathon Iakovidis aportaron esta pequeña porción rockera en un mar de baladas de amor en idiomas desconocidos o en inglés muy malo.
De los españoles «El Sueño de Morfeo» no sé ni qué decir. La cantidad de gallos que dio la chavala hacen desaparecer cualquier argumento a su favor. Una mala canción y encima mal cantada. Penúltima posición es demasiado. Seguro que en las semifinales habría quedado descartado alguien mucho más competente.