A través del trabajo documental del cineasta Schaul Schwarz, Narcocultura, pudimos ya hace unos meses ser testigos inertes del mundo paradójico, y bestial que viven los habitantes de Ciudad Juarez con respecto a un tema tan complejo como lo es el narcotráfico. Dos figuras son el hilo conductor del documental: la figura de Richie Soto y Édgar Quintero. El primero pertenece al Servicio médico forense de Ciudad Juarez. El segundo es una cantante de un género que ha sido prohibido por ser voz y testimonio directo de narcotraficantes: el narcocorrido.
Es un subgénero musical muy peligroso que se practica en Colombia y en México, países en lucha contra el narcotráfico. Los cantantes que practican esta “modalidad” son a su vez portavoces de Capos del narcotráfico, y por lo tanto pertenecientes y enaltecedores a los grupos. Muchos de ellos han sido asesinados por bandas rivales.
Los narcocorrido han sido prohibidos en las emisoras radiofónicas de México y son derivados de los famosos corridos mexicanos nacidos en los años 30. Los sonidos de este subgénero musical tan controvertido, van desde los sonidos porteños, el jazz, el rock, la polka o el huapango.
Lo que escama y pone los pelos de punta son las letras, que ensalzan figuras corrompidas, asesinos, con el salvoconducto de la riqueza. A veces la propia población los considera cómo héroes que han conseguido un status quo económico de admirar.
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=6x5uCzdMRYg[/youtube]